Le escribo esta carta, como trabajador de una de las decenas de fábricas que posee NISSAN repartidas por todo el mundo en la constelación de puntos del mapa que preside sin duda la pared de su despacho. Sabemos que es difícil que nos imaginemos recíprocamente, que sólo con esfuerzo podemos nosotros representarnos sus rostros y sus pensamientos y sólo con fatiga pueden ustedes, por su parte, representarse los nuestros. Nuestros deseos, nuestras ambiciones, nuestros afectos y nuestros placeres son tan diferentes como si perteneciéramos a dos especies distintas.
Pertenecemos quizás a dos especies distintas. Pero si pertenecemos a dos especies distintas, se trata de dos especies que tienen por fuerza que convivir y que, por así decirlo, dependen una de otra. Desde hace más de veinticinco años, desde que NISSAN se hiciera cargo de esta planta, ustedes nos dan trabajo y nosotros les damos coches. Durante estos veinticinco años este intercambio parecía una forma de colaboración recíproca y voluntaria -la ilusión de una gran familia unida y orgullosa-; ahora la “crisis” y la falta de carga de trabajo que nos deje ver el futuro, nos revela la verdad, mucho menos noble y humana: ustedes pueden quitarnos el trabajo y nosotros los coches no.
Para nosotros es quizás más fácil imaginarlos a ustedes. Algunos de nosotros jugamos en nuestros ratos libres a las cartas, pero nunca representamos a los demás -compañeros o vecinos- como simples piezas o naipes desplazados sobre una mesa. Como trabajamos en la producción, incluso las cosas más distantes las vemos desde cerca: nos enfadamos, nos conmovemos, nos reímos, nos solidarizamos, agradecemos. Ustedes, en cambio, trabajan como nosotros jugamos, en una mesa o en un gráfico, y por lo tanto representan a los demás -a sus empleados y trabajadores y, en general, alguna vez, quizá al conjunto de la humanidad- como piezas o naipes movidos a voluntad alrededor del mundo. Cuando nosotros jugamos, el que pierde, pierde quizás un café o una cerveza; cuando ustedes juegan, el que pierde lo pierde todo: el trabajo, la autoestima, a veces la casa, a veces la familia, tal vez la vida. Ustedes siempre ganan. Si abren una fábrica, ganan; si la cierran o la trasladan, ganan también
No podemos reprocharles que nos odien; sólo que no nos vean. Ustedes no nos ven. Ahora, “Una parte de la plantilla sobra”, pero la mitad sobrante de la plantilla se comporta también de manera visiblemente humana: respira, come, duerme, ama, sueña, teme, se alegra, se enfada, enferma. Nos parecemos a ustedes. Nuestros maridos tienen brazos. Nuestras mujeres se peinan. Nuestros niños hacen dibujos. Nuestros padres que también trabajaron aquí, envejecen.
Nosotros no nos vemos como nos ven ustedes. No nos vemos como materia prima para hacer un motor ni como destornilladores oxidados de una enorme caja de herramientas. Nos vemos de la misma especie. Hemos descubierto que no pertenecemos, como creímos ingenuamente, a la familia NISSAN: ustedes pueden quitarnos el trabajo y nosotros no podemos quitarles los coches. Pero pertenecemos a la familia humana. Tenemos la esperanza de que mediante esta carta reparen ustedes en ello. Nosotros ya tenemos la prueba de nuestra humanidad: luchamos y seguiremos luchando por nuestros derechos y nuestro trabajo.
«Recupero esta carta de un cajón que nunca pensé abrir. En las frías navidades del año 2009 envié, junto a muchos de mis compañeros, esta carta al Consejo de Administración en Japón. Por aquel entonces, como hoy, se ponía de manifiesto el sufrimiento y la incertidumbre que decenas de familias y trabajadores de Nissan y sus empresas auxiliares estaban pasando.
Es posible que no les llegue esta carta, pero si es así párense a reflexionar, al menos unos minutos, que detrás de sus números, están nuestras vidas».
Óscar García Barroso. Secretario de la Unión Provincial de CCOO en Ávila.